Quizás sea porque me encanta leer desde siempre y porque adoro las flores por lo que creo que el día 23 de abril es uno de los más bonitos del año, especialmente en Barcelona.
El día amanece bullicioso, las radios te van animando con sus felicitats, la calle está inundada de rojo y amarillo, de madres en la parada del bus de ruta con rosas y mochilas en las manos, de padres, maridos, hijos y abuelos comprando flores en cada esquina.
El barri está de fiesta, los negocios ponen mesitas fuera y las portadas de los libros recién horneados brillan bajo el sol de la primavera que ya, por fin, ha llegado.
Sant Jordi es especial. El aroma de las rosas de papel coloreado endulza los empujones que hay que soportar en la Rambla para llegar a Plaza de Catalunya. Un zumo de piña comprado en La Boquería y bebido a trompicones refresca la espera en la cola para que el autor te dedique su libro. Y de fondo, la música de una guitarra española que suena en el escenario levantado frente al Zurich.