Hoy es 11 de septiembre.
Hace un tiempo tal fecha era para mí aniversario de un acontecimiento trágico para la humanidad.
Y hoy hace ya más de seis años que llegué a Barcelona.
En esos principios, el 11 de septiembre era un día festivo más.
La Diada.
Algo que nadie sabía explicarme muy bien. Pero no se iba a trabajar y los autobuses llevaban banderas por fuera.
En estos seis años, he sido espectadora de una (r)evolución única.
Las mismas personas que esos 11 de septiembre se iban a Andorra o a la playa hoy se dividen entre organizar con antelación este día como algo irrepetible, cabrearse frente al televisor o dejarlo pasar.
Hoy me he despertado en Barcelona y la ciudad no era la misma.
Las mañanas de los festivos en Barcelona son sorprendentemente tranquilas.
Sin embargo, hoy el bullicio se encontraba en cada rincón.
La calle estaba animada.
Llena de personas de todas las edades.
Se hacía incluso difícil ver a un turista.
El parque de la Sagrada Familia rebosaba de niños.
Los jardines de Paseo Sant Joan servían de pic nic improvisado a cientos de personas.
Hoy es día de FIESTA. La mayor FIESTA que he visto aquí en seis años, con Mercé, Gracia y Triplete incluidos.
Y yo lo quería VER. No Juzgar.