CAMINOS DE VIENTO

El reto constante del hombre para sí mismo nos deja regalos maravillosos.

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Fotografía de MS. mivelerobergantin.wordpress

Poder nadar en la inmensidad del mar: es un pequeño milagro.

Atreverse a probar a surcar el cielo: es de valientes.

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Aunque estudios recientes sitúan a un sacerdote brasileño como artífice de la primera ascensión de un globo, no es hasta 1782 cuando se constata que  los hermanos Montgolfier hacen sus primeros experimentos para un año más tarde atreverse a ofrecer en directo, ante la Corte del Rey de Francia (y de Navarra) Luis XVI y su esposa María Antonieta, el primer vuelo en globo tripulado. Los osados pasajeros: un gallo, una oveja y un pato. (Hay historias que no se pueden mejorar).

 

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El viaje en Globo abrió un abanico de posibilidades: el mundo, ya se podía ver desde el aire, y sin subir a un barco.

En España, el francés Bouche, el italiano Lunardi, la regente María Cristina y el canario Viera y Clavijo impulsaron los viajes en el Aerostático.

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19 DÍAS, 21 HORAS Y 55 MINUTOS

Este es el tiempo que emplearon el suizo Piccard y el británico Jones para en marzo de 1.999 dar su particular vuelta al mundo recorriendo en globo más de 46.000 Kilómetros.

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Fotografía de MS

MI PRIMER VIAJE EN GLOBO

Mi primer viaje en globo lo recuerdo como un sueño: suave y relajante.

Era parte de un regalo de cumpleaños con el que quería sorprender. Creo que lo conseguí.

Sigo pensando que los mejores regalos son los compartidos. Y sigo pensando que los regalos que más me gustan son los que aportan vivencias. Ese paseo en globo fue parte de un instante, pero ahí queda.

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La experiencia te prepara para afrontar el susto.

Despertarse con la aurora y salir al sereno en busca del punto de encuentro: un claro en el campo del Ampurdán.

Lanzar al aire pequeños globos de helio para probar la corriente.

¡Sí, se puede!

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Volcar las cestas de las furgonetas. Bajar los pesados ovillos del globo.

Desdoblar a mano sus infinitos hilos y estirarlo.

Apuntar y ¡fuego!

Un ventilador impulsa el calor hacia dentro y el amarillo empieza a henchirse.

La cesta, temblorosa, comienza a levantarse. Y flota.

Se extiende una miniescalerilla ¡y arriba!

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El inmenso silencio sólo es alterado por las intermitentes llamaradas de fuego.

No se escucha ni el viento.

Muy lentamente, sin sentir el ascenso en el estómago y teniendo que mirar abajo para darte cuenta de la altura,comienzas a cruzar el cielo. Sin roces. Sin ruidos. Sin resistencia.  Por eso el aire se llama aire.

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Fotografía de MS.
Mi Velero Bergantín.

Desafiando a la presión, volamos arriba y abajo, consiguiendo que la cesta rozara durante un rato la hierba que crecía en los campos, muy suavemente, como si fueran cosquillas.

Y en medio del sueño, preparándonos para tocar tierra…un árbol.

El único en kilómetros a la redonda. Allí estaba. Un robusto nogal.

Y dijo: ¡Pum! Ayarí, aterriza. Ya estamos en tierra.

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Yo que aprendí a volar, con cada vuelo
de profesores puros
en el bosque, en el mar, en las
quebradas,
de espaldas en la arena
o en los sueños.
me quedé aquí, amarrado
a las raíces,
a la madre magnética, a la tierra,
mintiéndome a mí mismo
y volando
solo dentro de mí,
solo y a oscuras.

Muere la planta y otra vez se entierra,
vuelven los pies del hombre al
territorio,
sólo las alas huyen de la muerte.

El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.

Por eso yo profeso
la claridad que nunca se detuvo
y aprendí de las aves
la sedienta esperanza,
la certidumbre y la verdad del vuelo.

Fragmento de: El Vuelo, de Pablo Neruda

DSC_0793Hasta pronto,

Ayarí

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