Siempre me han gustado las palabras.
Usar cuantas más mejor.
Están para eso.
Hay palabras que me gustan de manera especial.
Ojalá es mi preferida. O Ajolá, como diría mi abuela.
Otras, sin embargo, me gustan sólo por su sonoridad: melancolía, soledad, abismo…
Y hay palabras que evocan y consiguen trasladarme a rincones lejanos: catamarán, bergantín, Atlántida…Tasmania.
La costa del Mar de Tasmania está llena de magia.
Rodar sus sinuosas carreteras pensando cómo diantres los primeros navegantes pudieron hacerse camino entre la exuberante vegetación que no deja un hueco libre. Ni siquiera para el viento.
Me imagino a esos primeros visitantes que desde su barco observaban cómo no era tan fácil asaltar la tierra.
Sólo había un camino.
Sus playas.
Playas enormes. Largas. Solitarias. De arena clara. Donde se encuentran todas las brisas dando forma a los arbustos, erosionando maderos de antiguos barcos, haciendo esculturas de arena.
La playa de Haast, en la Costa Oeste de la Isla Sur, es un escenario de película.
Caminas entre sus troncos como buscando el rastro de algún el tesoro o el parche de un pirata.
Y te encuentras un pingüino.
Los granitos de arena vuelan en dirección Sur, al encuentro de las corrientes donde se mezclan en batalla el Mar de Tasmania y el Océano Pacífico.
Crestas de espuma dibujan la línea en la que se despiden las almas maoríes.
Espuma que impregna de salitre las rocas. Rocas gigantes y redondas. Rocas partidas porla mitad como con un cuchillo. Por la furia entre el Rey de los Mares y el de la Tierra dicen unos.
Por la magia de la Glaciación dicen otros.
Dijo el dramaturgo Jardiel Poncela que la sed de viaje es síndrome de inteligencia.
Viaja a Nueva Zelanda y busca Haast, la línea de espuma y la roca.
Sumérgete en la película de sus playas.
Sigue las huellas.
Deja las tuyas.
Y disfrútalo.
Hasta pronto,
Ayarí
Ps. Y la próxima semana te prometo un bosque fósil junto al mar.
qué maravilla….y q gracia lo de tu abuela 😉